A veces vemos que todos en
nuestro alrededor triunfan, vemos como alguien llega y se nos adelanta en el
camino, luego pasan otros y ya llega un punto en que sientes que el triunfo no
es para ti. Cada quien muestra su arte,
pero el tuyo al parecer esta en dudas; pretendemos no saber qué hacer para triunfar.
Si pensamos detenidamente,
podremos imaginar que esas personas que se nos adelantaron ya tenían un
recorrido mucho mayor que
el nuestro es decir; maduraron hasta cierto grado que lo importante para ellos no era triunfar, sino superarse y reponerse después de tantas derrotas.
el nuestro es decir; maduraron hasta cierto grado que lo importante para ellos no era triunfar, sino superarse y reponerse después de tantas derrotas.
Quizás venían cansados, agitados;
por tantas pelas y batallas perdidas e intentos fallidos. Ya la meta no era
lograr el triunfo, sino superarse a ellos mismo y decir: lo logré.
Muchos eventos desafortunados habrán
enfrentado, muchos obstáculos habrán superado. Nosotros quizás solo estamos mentalizados en
obtener el triunfo, pero las derrotas y fracasos son los ingredientes esenciales
para que el plato quede exquisito. No podremos saborearlo si al prepararlo no
sufrimos una cortada o una quemada.
Pero puede pasar algo totalmente
desconcertante y es que cuando logramos obtener el triunfo sentiremos que hemos
perdido nuestra vida. Esto puede pasar cuando nos acostumbramos a nuestras
vidas de fracaso, rechazo y pérdidas. El triunfo nos parece un plato difícil de
digerir.
Si batallamos por el triunfo, no
importa el área en el que lo busquemos, ten en cuenta que va llegar, puede ocurrir, entonces no te sorprendas,
ni mueras de la emoción. Vive y gózalo, recuerda que el solo hecho de respirar ya es un triunfo en la vida.
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