12 de noviembre de 2017

Ella, tú y yo

Y gritó como gata herida, ella ocultaba algo entre sus sabanas y no era precisamente un amante. Todo el mundo sospechaba de mí: inocente, servidor y algo particular en el hablar, todo un galán de telenovelas colombiana. Yo no gritaba, no tenía por qué hacerlo.



Nadie sabía de mis juramentos con ella, no la perseguía pero siempre la encontraba ahí, encima de mí... como la gata que es: astuta, predecible e inexplicable como mis cambios de humor después de hacer el amor. De la nada todos la vieron, ella estaba resplandeciente, ella estaba en las camas de todos, dentro de las sabanas de todos, menos en la mía, menos consolándome.

Y gritó como gata herida, ella ocultaba algo entre sus sabanas, en las de todos, ¿Y en la mía?
¡Qué va! Mi cama estaba fría, estaba lejos de su alcance, yo estaba solo, en realidad todos lo estábamos, pero todos la podían sentir, menos yo... Sin embargo, todos me acusaban, de su dolor, de sus gritos, pero no tenía idea de lo que ocurría con ella.

Nadie sabía de mis juramentos con ella, se lo dejé claro un día, le dije que no me buscara a menos que me regalara a alguien, al parecer lo hizo, pero yo no veía a nadie, hasta que todos empezaron a juzgarme. El más anciano se me acercó y con voz de mando me lo dejó bien claro.

–No eres digno de ella, pero ella quiere verte feliz, solo sal y mírala a los ojos, de esa manera volverás a enamorarte de ella y podrá habitar tu cama, como lo hace en la mía, y mira que estoy viejo muchacho ¡viejo como el buen vino, mijo! –soltó una carcajada de esas que te inyectan nostalgia, de esas que te deprimen el alma.

–Solo le pedí algo y en veintiséis años no ha llegado con nada, siempre viene con manos vacías – respondí con tristeza.

–Ella no necesita darte nada, eres tú quien tiene que darle más brillo. El día acaba, mijo, pero ella siempre nos espera, para que descansemos sobre su regazo. Ella grita cada vez que el sol se oculta, ella necesita ser feliz, dale ese regalo. Nuestras camas ya están llenas, la tuya aún espera a alguien y por eso ella no llega a ti, ella solo habita bajo las sabanas que ocultan amor – él lo sabía.

Quizá llegará el momento en que deje de gritar, quizá todos se enteren de mis juramentos con ella, quizá ella me encontrará bajo las sabanas con alguien especial y me dirá: “Ahí está tu regalo, rodeado de montañas, algunas con grandes cruces en su cima, alguna representará ese regalo que tanto me pedías, pero que en realidad tú tienes que entregar, si me lo entregas… yo, la noche, sellaré su amor bajo las sabanas de tu cama y nadie podrá sospechar de ti, porque nadie te verá como un delincuente, todos preguntarán por mí, pero yo abandonaré miles de camas para poder estar en la tuya, en la de ustedes”.


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